Aquellos domingos
de palomas
blancas,
llenos de risas infantiles,
y de globos de colores.
Aromas de flores
perfumando nuestros paseos.
Corrimos por sus senderos,
dimos golosinas a los palmípedos
que piaban agradecidos.
Los pavos reales, más reales que nunca
y el verdor del monte Gurugú,
escalada de ensueños.
Alegría por todos los poros de
la piel,
en los zapatitos nuevos que se
estrenan,
y en los trajecitos de los
domingos
Sin este parque de María Luisa,
parque centenario,
la infancia no sería tan bella.
Aún mi alma en sus enredaderas