Tu mirada huidiza
y tu andar vacilante
Tu mano sucia y extendida
rozó mi suntuoso abrigo.
Musitabas palabras
que no salían de tu boca.
Solo escuchabas la música
de tu hambriento estómago
y esperabas que las monedas
salieran de mi elegante bolso.
Pasaporte al mostrador de la taberna
a la que te fuiste tambaleante.
El amargor de tu vino y tu desaliento,
quebraron mi garganta.