El
aroma a castañas asadas
evocan
el frío y la proximidad
de
las fiestas navideñas.
Villancicos
e ilusiones
hacen
danzar nuestros sueños.
Sueños
que en otras culturas
celebran
bajo su cielo.
En
lugares tristes y fúnebres,
donde
silban balas y bombas,
no
se celebra nada.
Sus
corazones atemorizados
y
sus cuerpos entre escombros,
solo
ansían la tregua
de
la noche mágica.
Al
amanecer,
algunas
conciencias
de
buena voluntad,
sumarán
heridas.
Los
amos de las armas,
en
sus mansiones de lujo,
acarician
el color del dinero.
Dos
caras de la Navidad.