La
vida es un libro abierto.
Puede
ser un best seller
o
un libro negro.
Las
páginas van pasando.
Primero
se llevan la infancia
que
debería ser como bolas de colores.
Debería
ser.
Detrás,
la juventud, dónde se cree
que
tu espejo nunca mostrará arrugas.
Ignorancia
de lo rápido
que
vuelan los años.
Y
siguen pasando las páginas.
Algunas,
pocas, llenas de felicidad,
muchas
en blanco
cómo
si no existiesen,
otras
van emborronándose
hasta
oscurecerse.
Cuando
van quedando pocas,
los
pies pesan como ladrillos,
la
cabeza, blanca como la nieve
y
el corazón, remendado
por
las heridas recibidas.
Y te
haces las preguntas de siempre:
¿A
qué venimos?
¿Adónde
vamos?
¿Habrá
algo más o sólo vacío?
No
hay respuestas.
Los
que tienen algún tipo de fe
creyendo
bonitos cuentos,
porfían
que sí.
Pero
con su gloria prometida
les
tienen el mismo terror a la muerte.
Otros
aseguran que volveremos.
Sin
memoria, es caja vacía.
Un
día llegamos
a
las puertas de este mundo,
y
otro diremos adiós.
No
hay nada más bajo el cielo.