Todos
los días
daba
sepultura
a
los que se van
convertido
tal vez
en
espíritus felices.
Dentro
de una cama eterna
yacía
mi corazón.
Un
padre no puede
enterrar
a su hija.
El
dolor no me dejaba respirar.
Quería
meterme dentro
y
abrazarla, abrazarla,
para
no separarme nunca.
La
dureza de la vida
era
una agónica fiera.
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