Las sábanas revueltas
y las mantas aún calientes,
se despegan de mi piel
y me obligan a ordenar la cama
casi sin darme
cuenta.
Los cacharros, dueños de la cocina,
los meto de uno en uno
evitando que se rebelen,
al fondo del lavavajillas
casi sin darme
cuenta.
El polvo de los muebles
se va desvaneciendo
como si fuese un milagro,
en mi bayeta rosa,
casi sin darme
cuenta.
Es la hora de vestirme,
¿Qué ropa escojo?
y apenas sin tocarla,
ella me escoge a mí
casi sin darme
cuenta.
La rutina del camino
al trabajo de siempre,
con un tic tac sin reloj
lo recorro sin verlo,
casi sin darme
cuenta.
Los grises nubarrones
barrieron toda la claridad
dejándome una vida
más negra que blanca,
casi sin darme cuenta
y mi mente con mi corazón
por sendas nostálgicas
donde la tristeza crece
y anhelo la alegría,
casi sin darme
cuenta.