
La ventana de mi habitación
es mi abertura al mundo.
Temprano, antes de que nos mire el Sol,
veo niños con sus uniformes,
sus bufandas de colores al cuello
y sus caritas de frío.
Señoras que tiran de carritos.
Algunas ligeras, sin mirar a nadie.
Otras, parlanchinas, hablan con cualquiera.
Ejecutivas volando a sus importantes trabajos.
Hombres bien trajeados.
o con monos de trabajo.
Personas, tal vez de paseo,
Ancianos a los que
pesan los años.
Coches, autobuses, bicicletas
y patines que asustan a los despistados.
Veo nubes blancas o grises
presagiando que van a llorar.
Me faltan estrellas que se esfuman
detrás de tantas luces encendidas.
Es la vida que se mueve, que late.
Mi enfermedad,
condena infame,
me obliga a ser solo espectadora
desde mi ventana.
Bello poema de cruel realidad
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