Es
fácil que se abra
el abismo bajo tus pies
Cuando
un lobo negro
te descubre su verdad,
todo, todo se tambalea.
Pensabas
que
era una especie de gurú,
que
velaba por ti,
que
te sostenía
con
confianza infinita.
No
te explicas,
por
qué, aquel día gris sin nubes,
maltrató
tu estima,
mató
el roce de tu afecto
con
su celo exagerado.
Y
te quedaste perdida
en
el jardín del adiós.
Vas
como res al matadero
por
tu gusto.
No
lo piensas,
Ahuyentas
el pavor
con
la poca fe
que
te queda.
No
necesitas el tarot
para
saber que dolerá,
hasta
la bendita mañana
de
resultados hermosos
y esa dulce sensación
de
vencer al tiempo.
Que
la seguridad extraviada
por
el devenir de los años,
esté
de nuevo en tu espejo.
Solo
eso.
Vas
ciega camino del quirófano.
y
aunque en tu corazón,
aborreces
la barbarie
de
la lidia de los toros,
se
fija en tu cabeza
una
cantinela taurina:
¡Qué
Dios reparta suerte!
Hace
tanto que no estás,
que no eres ni sombra difusa.
¡Qué
tiempos! Me parecías un dios.
Alto
como un roble,
guapo
como bello cuadro,
serio
sin seriedad austera
y
honesto como hombre de bien.
Si
los vientos se beben,
yo
me los tragué todos por ti.
Cuando
excavé un poco,
el
oro no era ni un dorado.
Pura
fachada que por dentro
se
convertía en negro carbón.
Desengaños
que duelen.
El
tiempo me hizo ver
que
no mereciste mi amor
ni
tampoco mi sufrimiento.
Ahora
no eres nada.
Como
un barco en la lejanía,
has
desaparecido.
La
vida es un juego
donde
toca perder
más
que otra cosa,
sobre
todo si tu estrella
no
reluce.
Si
tus padres al irse al cielo
te
dejaron en la gloria.
Si
tus amores fueron
engañosos
o retorcidos,
o te enamoraste
solo
de imposibles.
Si
tuviste que luchar
más
sola que la una
por
las vidas que trajiste.
Si tal vez atesoraste
buenas
amistades,
fue en una tierra
que
ve la soledad sin pareja
como
algo que estorba.
Si ganaste algo,
se
te grabó en la piel
porque
piel te sobraba
para
tan pocas ganancias.
Y cuando piensas que ya puedes
sentarte
tranquila en tu puerta,
que los sinsabores son nebulosas,
llegas tú y lo trastocas todo.
