Hace
tanto que no estás,
que no eres ni sombra difusa.
¡Qué
tiempos! Me parecías un dios.
Alto
como un roble,
guapo
como bello cuadro,
serio
sin seriedad austera
y
honesto como hombre de bien.
Si
los vientos se beben,
yo
me los tragué todos por ti.
Cuando
excavé un poco,
el
oro no era ni un dorado.
Pura
fachada que por dentro
se
convertía en negro carbón.
Desengaños
que duelen.
El
tiempo me hizo ver
que
no mereciste mi amor
ni
tampoco mi sufrimiento.
Ahora
no eres nada.
Como
un barco en la lejanía,
has
desaparecido.
¿Para cuando en tu premura, querido lector/a un comentario, aunque sea pequeño?
ResponderEliminarMe encanta lo que escribes
ResponderEliminarNo se puede decir tan claro con tan bonitas palabras.
ResponderEliminar