Hace tiempo que no hablaba
con la Luna.
Ella me daba sus quejas,
y yo le contaba penas y alegrías.
Me decía que lo suyo con el
Sol
no tenía remedio.
Cuando ella despertaba,
él se dormía y se apagaba
del todo.
Al amanecer, cansada
ya de sus rondas,
se retiraba despacio
y el Sol salía poderoso.
Nunca habían ido
por caminos parejos.
Yo la consolaba,
tampoco los humanos
bailábamos, las más de las
veces,
al mismo son.
Le conté que tres veces,
me había enamorado, tres
y como “las hijas de Elena”
ninguna fue buena.
Nacemos con un sino
y no hay ángeles ni brujas
que puedan con él.
Hoy he vuelto a darte
las buenas noches, querida
Luna,
compartiremos nuestras
lágrimas
y anhelos fantaseados,
y luego quiero que veles mi
sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario