Los tejados están blancos.
Hace frío,
no tanto como con los pesares
cuando el invierno no solo
está en el calendario.
Va la gente presurosa
deseando el calor de su hogar,
entre paquetes de rebajas.
Y las niñas y niños,
alegría de la vida,
juegan con bolas blancas
y hacen muñecos más blancos aún.
Es el aliento del invierno
en un planeta que se derrite.
Me pongo el abrigo,
la bufanda y los guantes
y me mezclo con personas
ajenas a mis penas y temores,
pero visiono que no está
todo perdido,
y que el próximo año
veremos de nuevo
la blancura de la nieve.