Ayer me senté a reflexionar.
¿Por qué el periodismo malo,
insidioso, infame, embustero,
siempre gana la partida?
Así escribieron la historia,
lo vencedores que pocas veces
fueron celestiales.
Negros, turbios espejos.
que la gente se cree.
No hacen lo que yo he hecho,
no se paran a reflexionar.
Y las injurian sin pruebas,
se publican en letras mayúsculas,
no importa la verdad
la encierran en un oscuro escondite.
Objetivo logrado,
reputación manchada
y se frotan las manos.
Pasa a diario,
todos los años,
toda la vida.
No solo inventan,
dicen por una migajas de pan,
que lo que hicieron
los que defienden,
ese lodo va hacia los demás.
Corrupciones, cuentos.
Ese payaso que se paseaba
con mala gente,
y dice y se contradice.
O ese que no ha hecho nada en su vida.
Todo lo escupen como si fuese ajeno,
siguiendo las pautas
de los poderes económicos,
dueños como siempre.
Y la gente, aborregada, les sigue
tirándose piedras a su propio tejado.
Algunos pocos, piensan y señalan:
No hay para sanidad,
educación, dependencia,
pero sí para sotanas,
privilegios por cuna
o por otros nada claros.
Pero no los escuchan,
porque hay que sentarse
a reflexionar y no lo hacen.
Después, todos lo sufriremos.
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