La experiencia llega a su zenit
cuando ya vas apagando
todas las luces de tu vida.
Aquel camino que tomaste,
árido, seco, sin corriente,
hacia una difícil salida.
Ese atajo con el que ganaste
partidas difíciles.
Los distintos ojos que te llegaron
hasta lo más profundo.
Los besos dados con amor,
los que se quedaron pendientes.
Algunas malas personas,
o las que fueron premio ganado.
Los amaneceres que viste
con toda su grandeza,
sin casi darte cuenta.
El llanto que te secaron
y el que dejaste correr.
Las alegrías de cualquier mañana,
de cualquier tarde,
de cualquier noche.
La memoria lo recoge
y te lo va devolviendo
en experiencias
cuando apenas ya te sirven.
Ahora te consuelan
esas miradas
no olvidadas del todo,
y las ingenuas
de quienes llegaron por ti.
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