El perro ladra y gime.
Su querida amita
está fuera de casa:
Trabajo,
compras,
amores
se la llevan del hogar,
y él ladra.
Es su forma de llamarla,
su añoranza.
La casa vacía lo agobia,
no puede enroscarse
en su cesta.
Y sigue ladrando
hasta que oye la llave
que por fin abre la puerta.
Se hace la luz y sin
encenderse,
siente su claridad.
Su boquita de perro sonríe
El muro de silencio que le aterraba,
ha caído cómo cada día.
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