Aún recuerdo
aquel miedo y agonía.
Por eso vuelvo
a hacerlo volar.
Mis
pies se hunden
en
la fina arena de la playa.
Hay
gaviotas tan blancas
cómo
veleros en la lejanía.
El
cielo de tan claro, ciega,
ninguna
nube osa mancharlo.
El sol acaricia mi piel
pintando
un tono dorado
que
me da ilusión de vivir.
Pero
es un día veraniego
de
un año odiado
con
sonrisas tapadas
que
no permite
a
los amores pasear
cogidos de las manos.
Las
aguas mansas,
como
ventanas celestes,
parecen
anunciar la esperanza
de
que ese mal será vencido,
y
todos juntos volveremos
a
disfrutar de veranos
llenos
de momentos marineros.
Me identifico tanto con esta poesía es un verano triste, aunque brille el sol y el mar esté azul y manso, lo defines muy bien, tod@s tenemos el alma herida hasta que desaparezca este mal.
ResponderEliminarPues Carmen insisto en que te veo muchas posibilidades. Te salen muy fluidas las palabras y todas con bellas evocaciones. Y además interpretas muy bien lo que quiero trasmitir. Lo que no sé es cómo andas de tiempo. Gracias por todo, bonita.
EliminarMuchas gracias M. Carmen el tiempo lo tengo cortito tengo una hermana minusválida que estoy muy pendiente de ella, aparte abuel@s cada vez que nos necesitan, mí casa, mis aficiones que son muchas y todas me hacen feliz. Como ves soy una persona polifacética. Pero no cierro nada lo mismo algún día me animo. Un abrazo.
ResponderEliminarQué definición más exacta y, como siempre tan bien contada de este verano tan lleno de incertidumbres
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