Cuando
el corazón llora
sus
lágrimas de sangre,
son
un dolor que ni en el cielo
ni la tierra, tienen consuelo.
Las
lágrimas que mojan
nuestras
mejillas
encuentran
suaves pañuelos,
o
cálidos labios, manos amadas,
o
el sentido abrazo
de
un pequeño ángel,
o
tal vez nos baste
con
la luz que alumbra
El
corazón no posee esos remedios.
Está
oculto en los pliegues del pecho.
En
nuestro devenir diario,
hay
que fabricar una llave
que
lo cierre a cal y canto,
y
que por bendita magia,
se
vuelva paraguas
que
impida que nos salpiquen
sus
lágrimas de sangre.
Que bonito y sentido poema! Besos
ResponderEliminarPrecioso!
ResponderEliminarQué hermosura. Cómo describes los sufrimientos de la vida y cómo tratamos de protegernos de tantas penas. Magistral, como siempre.
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