Es un domingo cualquiera,
el día respira paz.
En otras latitudes
el demonio que lleva
el ser humano
en sus entrañas,
no deja respirar igual.
Mi ángel guardián
hace su trabajo,
y veo a poca gente
por la calles, muy tranquilas.
Escasas porque es verano
y hay que resguardarse
pronto.
Unos compran el pan
o la prensa.
Los golosos, los pasteles
que huelen a gloria.
Algunos charlan
al amparo de un café
en una bonita cafetería.
Los coches con sus ruidos
y sus agresiones
al ecosistema,
parecen desaparecidos.
Miro al azul rabioso
del cielo de mi ciudad
y solo pido que no perdamos
esta paz en días festivos
ni en todos los minutos del
año.
Transmites perfectamente ese bienestar que se experimenta cuando todo está tranquilo.
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