jueves, 2 de febrero de 2023

EL FANTASMA QUE NO PUDO MÁS (Mini-relato)


 






El fantasma dando un bostezo, entró en la vieja cocina, antes de que el Sol se despertara. 

María, la cocinera, a pesar de sus muchos años, ya tenía preparada una bandeja de apetitosas magdalena tiernas y doradas, formando una gran montaña, invitando a un banquete de sabor. El café humeaba en la vetusta cafetera.

Como todos los días desde hacía ya un par de meses, María no se explicaba que le faltaran algunas  magdalenas de la fuente y le sobrara un vaso sucio de café cada día.

Una vez se hubo dado el banquete, el fantasma, con su sabana reluciente, aunque eso no se percibiera, y su cadena y bola abrillantadas porque era muy limpio, dormitó un rato en un sillón del antiguo salón haciendo tiempo para la esperada entrada de cada día. A los pocos minutos se produjo: entró Marta, la sirvienta. Chica para todo. Limpiaba, abría la puerta, cogía el teléfono, anunciaba las visitas. Eran vestigios de pasadas grandezas venidas a menos.

El fantasma como siempre, la miraba extasiado. En secreto estaba enamorado de ella. De sus rizos rubios, sus bonitos ojos tan celestes como un día sin nubes. Su “adornada” pechera. Ejem., ejem. No debía ser, pero aún le “ponía” una buena delantera.

Marta canturreaba limpiando el polvo, aunque más que limpiarlo lo pasaba de un lugar a otro con su florido plumero. Barría y dejaba lo barrido debajo de la deshilachada alfombra, que el fantasma no se explicaba cómo una alfombra tan vieja pudiera tapar tanta basura. Aunque a él le daba lo mismo, solo tenía ojos dentro de su inmaculada sábana, para la chica.

Cuando Marta terminó y salió del salón, no la siguió se sentía un poco perezoso. Se fue por las escaleras a la primera planta. Tenía que subir porque era capaz de atravesar las paredes, pero no de volar.

Buscó un dormitorio para echarse un rato hasta la hora de comer. Era primavera y sentía el cálido cansancio que produce, incluso en él.

Por eso, no tenía ganas de pasear por el inmenso y poco cuidado jardín, esa especia de parque silvestre. Tenía tantas ramas caídas y hierbajos, que más de una vez se había ido de bruces al suelo. Cuando no, los perros al salir de sus perreras  corriendo sin control, se lo habían llevado por delante. No, ese día se quedaría tranquilo en un dormitorio donde se estaba muy calentito.

Primero entró en el dormitorio de la señora. Más rápido salió de él, pues la “dama” estaba enroscada entre las piernas de un doncel y no se distinguía bien de quien era cada pierna. Al salir pensó que el  trasero de ese chico, debía ser de alguien nuevo en la casa, pues él no lo recordaba y tenía buena memoria para esas “visiones”.

Entró en el cuarto del señor y allí estaba éste con Fabián, su chófer, jardinero, guardaespaldas, todo en uno. Muy acaramelados comiéndose la boca.

Ya un poco harto, el fantasma siguió por el pasillo hasta el dormitorio de Marta. Pensaba que estaría vacío ya que la chica seguiría con su simulacro de limpieza. Gran equivocación, allí estaba Marta, pero ¡horror! no podía asimilar lo que estaba viendo. Sus hermosos rizos rubios eran una peluca y estaban colgados de una percha .Ella en realidad tenía el pelo castaño tieso como escarpias. Los ojos celestes estaban en un estuche de lentillas, y sin maquillaje, no eran ni la cuarta parte de lo que parecían. Encima de la cama había un Wonderbra de cualquier forma echado

El fantasma no pudo más y desesperado se pegó un tiro y se murió de nuevo.

 

4 comentarios:

  1. Jajaja jajaja vaya lío de casa cualquiera entra en ella ni la criada era lo que parecía, no me extraña que el fantasma se muriera de nuevo.
    Muy parecido a lo que estamos viviendo en realidad. Genial. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. No hay que fiarse de las apariencias, porque no es oro todo lo que reluce

    ResponderEliminar
  3. Muy simpático el cuento. Muchas veces, nada es lo que parece.

    ResponderEliminar
  4. Muy gracioso y final inesperado

    ResponderEliminar