Vamos de la mano,
nos soltamos como sin querer.
Enfrente, dos bifurcaciones,
cada uno escoge una.
Yo, en la montaña de la vida.
Tú en los mares
con los pies hundidos
en una arena fangosa.
Yo siento el dolor de tantos,
tú en cómo divertirte
entre sábanas diversas.
A mí me llama Bécquer,
a ti la profundidades.
Dos caminos diferentes,
con una empatía
que no hemos bautizado,
que me gusta sin gustarme,
y sin recuerdos ni memoria.
Está ahí y nos une
la razón de la sinrazón.
Me despierto,
ya no hay senderos distintos,
ni dónde poner los pies.
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