Toco las paredes,
me agarro al pasamanos,
el firmamento queda lejos.
El infierno no está abajo,
está dentro de nosotros,
en las manos que en lugar
de acunarnos fueron desamor,
en esos amigos más falsos que
ciertas monedas en curso.
en ese amor traicionero.
Cada uno, un escalón
de nuestra escalera,
que la vamos bajando
soñando en que pare
que no se baje más,
que se suba y que arriba
esté el aire más transparente
y el cielo más limpio.
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