Llaman a la puerta.
No es el cartero ni repartidor,
son las caritas más
lindas del mundo,
mis pequeñas nietas.
Entran atropellándose
la una a la otra, como siempre.
Olvidan el beso de llegada,
van directas a lo que más les gusta,
mi cinta dónde no aprendí a andar
pero lo parece, o el sillón mágico
que con botones se estira y encoge.
Abuela ¿Tienes patatas fritas?
o cualquier cosa.
El frigorífico y mis muebles
de cocina son duendes
que esconden sus preferencias.
Juegan, discuten, ríen,
riñen otra vez.
El reloj avisa que la vida
no se ha parado,
toca diana, hay que irse.
Yo cierro la puerta
después de la gloria
de sus abracitos,
con la ilusión puesta
en su próxima visita.
Qué bonito y qué ternura la de los nietos pequeños. Es el bálsamo a tantos sinsabores.
ResponderEliminarQue tierno y que bonito el poema y que bien descrito. Me veo totalmente reflejada en él. Muchas gracias. Un abrazo Maribel
ResponderEliminarTienes razón. Me gusta mucho. Gracias por habérmelo enviado.
ResponderEliminar