A
los mejores Reyes Magos
de
mis creencias infantiles,
les
he pedido solo una cosa:
que
se vaya este virus e impida
que
llegue otro nuevo
salido de los avernos
o
de algún laboratorio.
¡Ya
es la vida tantas veces
traicionera
por sí sola!
Esta
vida que parece
un
ramillete, una madeja,
mezcla de días y personas
creando
un círculo
con
una abertura final.
Pero
la tentación de pedir
me
ha vencido
y
como se deshoja
una
margarita,
han
brotado peticiones
como esa lluvia que no para.
Que
no nos falte nadie.
Que
el aire sea más limpio.
Que
las sonrisas se vean
Y
que tú cuando me mires,
por
fin me notes.