Cada vez que te veo,
veo esa pared.
La pared de la edad,
la del brillo en tu dedo.
hoy fácil de apagar.
Mientras mi corazón gotea,
el tuyo no se altera
y si lo hiciera, no podría con una pared
apoyada en intereses
invencibles como gigantes.
Ni un ladrillo le quitarías.
Yo no le dejaría ninguno,
todo diáfano.
Después…
seguro me arrepentiría,
porque el romanticismo
no es más que un muerto doliente
Aún así, los hados del amor
nos dejarían algún sonido
para acompasar nuestros desvelos
y la
sed de nuestras almas.
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