Se va yendo el verano,
muere pronto, óbito codiciado.
Todos nuestros sentidos
desean aire fresco
como en la vida misma.
Y lluvia, mucha lluvia,
menos en los ojos
que es nuestro yo profundo.
Miramos en los escaparates
la ropa de abrigo nueva,
con sus bonitos trazos
y deseamos sentir
esa suavidad sobre nuestra piel.
Las vemos más linda
que la propia juventud.
Hasta los paraguas nos
parecen
bellos sombreros.
Llega el otoño,
que en estas tierras
lo añoramos como
cuando locos enamorados,
esperábamos impacientes
nuestras manos enlazar.
Necesitamos esa frescura
en la atmósfera y en el espíritu.
Son ilusiones soñadas
que notamos están
ya detrás de la puerta.