Anoche tuve miedo
de la Luna al traspasar
mis cristales.
Estaba plena, llena
y no había rincón
dónde guarecerse.
La miraba y veía
su torcida sonrisa
como presagio
de malos augurios.
Corrí las cortinas
y su luz se apagó.
El miedo, no.
estaba dentro de mí.
Miedo de las guerras
para vender armas
sin importar el luto.
Miedo de sequías
que esconden negocios.
Miedo a los monstruos
que vomitan
monstruosidades.
Miedo al ver a esos
pequeños
que ríen y juegan
sin ver el futuro
en un mundo más ciego
que traicionero,
más traicionero que ciego.
Sí, la Luna lo sabe
y por eso me da tanto
miedo.
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