Hay que llueve, que llueve,
hay que llueve…
No.
Ni el cielo ve las imágenes
que les pasean,
ni oye los rezos que imploran
ni me escucha a mi cantar.
Las nubes no llegan.
Dicen que mi tierra
es de María Santísima.
Muchos rezos y santos,
muchos pronósticos
poca realidad.
Tenemos un paraguas
que nos endosó
algún maldito demonio.
Cada día descorro las cortinas
lágrimas desde arriba.
Las únicas que caen son las mías.
Mañana y pasado y después
volveré a descorrer las cortinas,
y ojalá al sacar la mano
la note tan empapada
como una de aquellas
entrañables sopas.
Precioso, pero angustioso.
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