Con poquitos años
me gustaba el verano.
El sol no me quemaba,
la maletita se hacía sola
camino del agua salada.
Jugaba mucho como si adivinase
su poca duración.
Pero los años, impasibles,
lo van dejando todo atrás.
Las muñecas, correr a esconderse,
el sabor de los churritos.
Ya las vacaciones
no son esas delicias.
La maleta pesa como un mal día
y no me apetece tirar de ella.
El sol calienta
como infierno adelantado
Ahora me gusta la lluvia
serena, sin viento,
como lágrimas preciosas.
No me molesta el cielo apagado.
Quiero los inviernos con guantes
y bufandas de colores,
y el alma llena de tonos grises
como sentir invernal.
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