No me veo el ombligo
ni los hombros
ni la espalda. Solo la cara,
que no quiero verla.
Mis pasos ya cansinos,
van despacio.
No es torpeza,
son los sinsabores
que pesan,
los amores idos,
esas risas por nada,
la ilusión de cualquier cosa.
Nubes blancas
que se evaporaron.
Ya no me veo
ni quiero hacerlo.
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