Navego por la oscuridad
y hasta siento el aire sin notarlo.
Es de noche, de madrugada,
y en mi ventana veo
y siento algunas formas.
Esos coches con destino,
despistados entre las sombras,
de vuelta a casa.
Alguien caminando muy ligero
cómo si le persiguiesen.
Sí, el miedo.
El maullido de un gato
insatisfecho de su destino.
Si ese fuese nuestro lenguaje
el ruido sería enorme.
Sin embargo es la quietud
quién me rodea,
quién me recuerda
que el mundo sigue respirando.
Vuelvo a la cama.
Tu sitio ahora vacío,
donde muchas noches
quise ver tu silueta,
y ahora ni tan siquiera
sé si noto tu ausencia.
Detrás de los cristales,
la ciudad duerme,
hasta que el sol
tenuemente salude.
Madrugadas largas
donde pesan las pestañas.
Bonita manera de expresar el insomnio y sus largas horas que dan para pensar.
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