Con este poema, acompaño, con
mi afecto, a todo aquel
que lo esté sufriendo,
Cuando un ser querido
se nos va, abre sus alas
y nos deja el corazón
ceñido con un lazo negro
y un duelo que hay que pasar.
Después hay que hacer
un gran esfuerzo
para convertirlo
en parte nuestra.
Lo conseguimos
guardando todos sus recuerdos:
risas, penas, ilusiones
en una parte del alma,
como un relicario
como una cajita de oro
que nunca se cerrará.
Si era nuestro, de toda la vida,
estarán nuestros juegos,
nuestras travesuras,
nuestras primeras experiencias
susurradas al anochecer.
Son muchas cosas
y cada una con su huella.
Eso es lo que nos queda.
Y podemos imaginar que ya está
con los que se fueron antes,
y allí nos reuniremos.
Puede que la vida
sea solo un tránsito
entre la nada y la nada,
pero podemos revelarnos
y soñar que volveremos
a vernos dónde y cuando sea.
Es humano,
es esperanza
y es el alivio que nos consuela.
Mientras, seguirán sus recuerdos
como un verdadero tesoro,
dentro de nosotros.
Muy sentido y muy bien escrito. Un abrazo Maribel
ResponderEliminarMe has hecho llorar de emoción. No sabes cómo te agradezco este poema escrito con tanta sensibilidad. Hay mucha belleza en lo que transmites. Muchas gracias
ResponderEliminar