Miro la inmensidad del mar
como piscina sin fin.
Sus aguas, me invitan
a sumergirme.
Parece que me llaman,
escucho mi nombre.
Sabe el de todos.
Me acerco lentamente
y sus olas me rozan.
Me quedo quieta, hipnotizada
con su extensión, con su color,
con sus apacibles olas
como caricias furtivas.
Si hay gente, no las veo
solo el cielo, el mar y yo.
Y me adentro sin pensarlo más.
Sus aguas me balancean,
momento fresco, sencillo, feliz.
Cuando salgo, me espera
mi toalla de vivos colores
que me abraza, y aún desde
la orilla lo sigo mirando.
Me subyuga, como tantas veces.
Estupendo
ResponderEliminarQué bonito. Describes perfectamente lo que se siente al bañarse en el mar un día de estos en los que eres consciente de la inmensidad de la naturaleza.
ResponderEliminarMuy relajante!!!
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