Son
las cinco y me caliento
el
café de la tarde,
como
si fuese inglesa
solo
que no es té.
Rutina
de tantos días.
En
mis años no locos
de
juventud,
con
sus sueños,
algunos
truncados
y
otros que prendieron mecha.
Con
mis niñas de pequeñas
mientras
jugaban y crecían.
- -Al hacerse mayores,
que
alegría indescriptible
el sonido de sus llaves
en las tenues madrugadas.
En esos atardeceres
ya
solitarios,
o
con amigas del alma.
No
puedo contar ni quiero,
tantas
tardes
Esa
cuenta es más grande
que
la que aún me alumbra.
Habrá
que aprovecharlas.
Mientras,
saboreo el café
de
las cinco de la tarde
Precioso poema al olor del tan sabroso aroma del café acompañado de ese recorrido por los recuerdos. Genial!
ResponderEliminarQué bonito, como siempre. Describes perfectamente el placer de tomar café. En compañía, lo que supone charlas, risas, gozar de momentos entrañables, y, en solitario, sintiéndonos a gusto con nosotros mismos y con nuestros recuerdos, reviviendo el pasado lleno de nostalgia.
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