Nací un día cualquiera
sin ser deseada.
Crecí con más penas
que dichas.
En el sorteo del amor,
malos números escogí.
Siempre abrumada
por muchas obligaciones.
Al llegar mi época dorada,
quise sentarme
a recoger mi maná,
pero los adherentes
deberes siguieron
pegados a mí.
Hoy esto, mañana aquello,
pasado, ¡ay! que anhelo
de sueños y libertad.
Cuando cierre los ojos
en mi postrer paseo,
entre nubes de algodón,
algo dejaré por hacer.
No creo en el paraíso,
pero deberían
abrirse sus puertas
sin tener en cuenta
eso que hice sin querer
hacerlo.
Pura justicia
en una vida como otra
cualquiera.
Es un pasar un recorrido por nuestra vida unas veces mejor y otras peor pero siempre nos quedará algo por terminar. Como siempre me gusta como lo describes.
ResponderEliminarQué bonito este poema. A nuestra edad ya podemos hacer el balance de nuestra vida. Pero, al final, seguro que ha merecido la pena. ¿O no?
ResponderEliminar