No me sale otro poema
más adecuado.
Así que sigo haciendo
de este, mi bastión.
A ver si alguna vez
se impone la compasión,
la humanidad y la vergüenza.
Porque esto es una
auténtica VERGÜENZA NACIONAL
no llamarle de otra forma.
Es negro zaino
y lleva toda la pena
del mundo en sus ojos.
Antes de su salida,
el clamor de voces
inmaduras y crueles,
ya lo han vituperado.
Cegada la vista,
revuelto su intestino,
mancillada su virilidad,
aparece torturado, débil
y casi sumiso.
Exhausto, desorientado,
no sabe qué pasa,
embiste por su bravura
limada en su cornamenta.
Le clavan puyas
y banderillas sobre heridas,
destrozan todo su cuerpo,
pero el toro siente
porque la cabeza
solo la humillan.
Al final le clavan una espada
que atraviesa
su ya destrozado cuerpo.
Se van haciendo sombras,
y entre los capotes,
busca refugio donde postrarse
y morir con dignidad.
No le dejan.
Le clavan la puntilla,
y sin comprobar su muerte,
lo arrastran por el infierno
vil de la arena.
En toda la Plaza
se oyen los aplausos,
clamores y vítores
de un público sin compasión.
Ojalá resuciten
todos convertidos
en toros de lidia.
Con qué empatía te solidarizas con el sufrimiento del toro. Que compasión y tristeza por el disfrute de las personas que asisten a las corridas de toros.
ResponderEliminarLas personas son crueles, por ignorancia e insconciencia. No se dan cuenta de la barbaridad que es esa fiesta. La describes muy bien.
ResponderEliminarEste te ha salido perfecto hermana.
ResponderEliminarSí. Da que pensar.
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