Ese tierno abracito
de los pequeños años,
es lo más sublime
que te puede pasar.
Les cuentas cuentos,
y tienes que sonreír
con sus propias moralejas.
Esa ratita presumida
que se casa con el ratoncito
que va a dormir y callar.
Y escucha a esa minúscula
personita que no tiene
ni un lustro, repitiendo:
“que te calles y que te duermas”.
No se puede llegar más lejos
con menos estaciones.
Es tu bienestar,
la alegría en tus ya días grises.
La sangre se te enciende
cuando unos mamarrachos
quieren recortarles sus derechos.
con tanto esfuerzo conseguidos.
Para atrás, ni para coger impulso.
Por eso su abuela
que se dejó la piel luchando,
mientras tenga con qué escribir
no parará hasta frenar
a esa canallada.
Que no vuelvan a temerle
al lobo feroz.
Este poema nos concierne a todos y todas tengamos hijas o nietas o no. Es necesario que haya muchas voces que se alcen contra este dislate porque nos va en ello nuestro bienestar y el de los que vengan detrás, sean hombres, mujeres, e incluso animales que también sufrirán estas pérdidas. Lo haré llegar lo que pueda. Maribel
ResponderEliminarPor las nuevas generaciones, hay que hacer todo lo posible para que no se den pasos hacia atrás.
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