Cuatro esquinitas tiene mi cama,
no creo que nadie la guarde.
Me resulta diáfano,
porque al acostarme en otra
no pasaron cosas malas.
Todas las esquinas no son iguales.
Las de arriba temblaron
a veces por el peso
de los quereres de cualquier color.
Y las hebras, primero oscuras
de los cabellos, después
entraron en puerta blanca.
A veces hubo quiebras,
otras algunos aciertos
en la alegría o en el pesar
del tic tac del corazón.
Las de abajo importaban poco,
hasta que muchos lustros
le dan su importancia.
Puede que el cuerpo
con sus idas y venidas,
ya lo sublime.
Cuatro esquinas tiene mi cama,
y ahora empiezo a acordarme
de mi ángel de la guarda.
M.Carmen, gracias porque, en cada poesía, abres tu corazón con las vivencias de tu vida que hacen reflexionar a los que disfrutamos leyéndolas.
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