Infinitos días de olvido,
día de todos los días.
El despertador es la alarma
de cada alumbramiento
de la señora rutina.
Comprar el pan, la fruta, el café…
¿Quedaba café?
¿El ticket de la tintorería?
¡Ah! en el bolsillo equivocado.
Nada nuevo, todo igual.
A través de las ventanas
se va apagando la luz.
y escucho los cierres de los comercios.
Siento mis pasos de vuelta.
Doblo la esquina, todas las esquinas,
con el cansancio de lo cotidiano.
Entro en casa, enciendo la luz
y me quito los zapatos,
suspiro y cruzo una vez más
la gastada puerta de la cocina.
Infinitos días y sus recuerdos
que obstinados arden en mí,
y que me dicen que tú respiras.
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