Suena el timbre de la puerta,
es la Guadaña.
Le digo tres palabras:
¡Vete de aquí!
Con sigilo abro y no está.
Desde el primer catecito,
anda a nuestro alrededor.
En mis caídas,
en mis enfermedades.
El día que mi “ángel”,
alerta, me paró de pronto
mientras pasaba un autobús
justo por delante.
En...
todas la pude echar.
Hasta ese día
que no me escuchará,
cada vez más cercano.
Entonces, como somos energía,
me convertiré en algo.
Hay quienes creen
que sobrevivieron
cuarenta días con sus noches,
personas elegidas
y multitud de animales,
sin agua corriente
ni alcantarillado,
ni medicamentos
y no se murieron ni de disentería.
Pues yo sueño
con la maravillosa utopía
de un envoltorio
de paz y felicidad.
No cuesta nada.
Me ha gustado mucho este poema, por lo que encierra de esperanza.
ResponderEliminarPara mí la muerte es inseparable de la vida, vamos avanzando con una al lado de la otra, pero vivimos como si ese día fatal no fuese a llegar nunca. No podríamos vivir de otra manera. Buen poema. Un abrazo Maribel
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